Daisy Sánchez Collazo
En el corazón de Hato Rey, a pasos del caño Martín Peña, se encuentra una plaza que encierra un profundo significado histórico y cultural: la plaza donada en 1976 por el exilio cubano al pueblo de Puerto Rico. Esta donación fue gestionada por la organización Casa Cuba. En ella se erigen los bustos de José Martí, Eugenio María de Hostos, Gregorio Luperón y Juan Pablo Duarte —figuras que representan el espíritu emancipador de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana.
Ubicada en una zona de gran valor comunitario, esta plaza no solo honra el legado de líderes latinoamericanos, sino que también sirve como símbolo de unidad entre los pueblos del Caribe. Su cercanía al caño Martín Peña —una zona históricamente marginada pero rica en cultura y resistencia— le otorga un valor aún más profundo como espacio de encuentro y memoria.


Plaza de la Libertad
Las plazas no son solo lugares físicos; son escenarios de vida comunitaria. En ellas se celebran tradiciones, se gestan movimientos sociales, se comparten historias y se construyen vínculos. Son espacios democráticos por excelencia, accesibles a todos sin distinción. Cuando una plaza se cierra, se clausura también una parte del alma colectiva.

El cierre parcial de esta plaza —que pertenece al municipio de San Juan— afecta directamente a los ciudadanos. Limita el acceso a la historia compartida, reduce los espacios de recreación y empobrece el paisaje urbano. Además, priva a las nuevas generaciones de conocer y valorar el legado de figuras que lucharon por la libertad de nuestros pueblos.
El deterioro de esta plaza es un reflejo de cómo la memoria histórica puede ser marginada cuando no se acompaña de voluntad política y compromiso ciudadano. La falta de mantenimiento, los presupuestos limitados y la ausencia de programas de revitalización urbana han contribuido a que este espacio permanezca cerrado por más de una década.


La Plaza de la Libertad fue inaugurada en 1976.
Pero también es una oportunidad. Restaurar esta plaza no solo sería un acto de justicia histórica, sino también una inversión en el bienestar social. Reabrirla significaría devolverle a Hato Rey —y a toda la ciudad de San Juan— un espacio de encuentro, de educación y de orgullo caribeño.
Es hora de que el municipio de San Juan, junto con organizaciones culturales y la ciudadanía, reconozcan el valor de esta plaza y trabajen por su recuperación. Que se escuche la voz de quienes aún creen en el poder transformador de los espacios públicos.
Porque una plaza cerrada es una historia silenciada. Y nuestras historias merecen ser contadas, vividas y preservadas.





Plaza de la Libertad ubica en la orilla del Caño Martín Peña en Hato Rey.
