Daisy Sánchez Collazo
Este artículo es producto de la Conferencia que presentó Romelinda Grullón en la Asamblea Bienal de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico el sábado, 20 de septiembre de 2025 en la Casa Dominicana en Santurce.
En un salón lleno de periodistas, Romelinda Grullón se presentó con voz temblorosa pero firme. Ha sido testigo y protagonista de una historia que merece ser contada. Hace veintidós años, fundó el Centro de la Mujer Dominicana, una organización sin fines de lucro que ha atendido a mujeres inmigrantes de 38 nacionalidades. Aunque el nombre sugiere un enfoque exclusivo en mujeres dominicanas, el centro ha sido un refugio para víctimas de violencia de género sin importar su origen.
Grullón recuerda que, en 2003, cuando el centro abrió sus puertas, la invisibilidad de las mujeres inmigrantes era total. “Conseguir a una mujer inmigrante indocumentada era como una odisea”, afirma. Hoy, esa invisibilidad persiste, agravada por un contexto político que ha convertido la migración en un acto desesperado de supervivencia.


Grullón comparte con la presidenta de la Asppro, la periodista Nidya Bauzá.
Desde su regreso a la presidencia, Donald Trump ha intensificado las políticas migratorias que marcaron su primer mandato. En su primera semana, firmó diez órdenes ejecutivas que reactivaron redadas masivas, limitaron el acceso al asilo y reforzaron la colaboración entre agencias federales para ejecutar arrestos. En Puerto Rico, territorio no incorporado de EE.UU., estas medidas han tenido efectos devastadores.
Las redadas ya no se limitan a la frontera. Se han extendido a escuelas, iglesias y eventos públicos, generando un estado de terror entre las comunidades migrantes. La presencia de agentes del ICE en lugares donde las mujeres deberían sentirse seguras —como oficinas gubernamentales o centros religiosos— ha provocado que muchas eviten denunciar abusos o buscar ayuda.
Romelinda Grullón denuncia que estas políticas no solo violan derechos humanos, sino que normalizan el odio institucional. “Se intenta justificar lo injustificable: perseguir a quienes solo buscan sobrevivir”, dice. En Puerto Rico, donde la mayoría de las mujeres inmigrantes son dominicanas, el miedo a ser arrestadas o deportadas ha paralizado su acceso a servicios básicos.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, el 48% de las personas migrantes en el mundo son mujeres. Muchas de ellas huyen de contextos de violencia extrema, pobreza y discriminación. En Puerto Rico, el Centro de la Mujer Dominicana ha sido testigo de estas historias: mujeres que llegan con heridas físicas y emocionales, que enfrentan explotación laboral, acoso y silencio institucional.
El centro no solo ofrece apoyo psicológico y legal, sino que también lucha en los tribunales por los derechos de estas mujeres. “Tenemos una abogada, una psicóloga y un equipo de intercesoras legales que no se rinden”, afirma. También atienden a hombres víctimas de violencia, ampliando su misión más allá de la migración.
La reactivación de políticas migratorias agresivas bajo la administración Trump ha tenido consecuencias culturales, económicas y humanas. Artistas como Bad Bunny han optado por excluir a Estados Unidos de su gira por temor a redadas en sus conciertos, presentándose en Puerto Rico como un espacio más seguro. Esta decisión, aunque simbólica, refleja el clima de persecución que viven los latinos en EEUU.
En Puerto Rico, la situación es aún más compleja. Aunque los inmigrantes desempeñan roles esenciales en sectores como la construcción y los servicios, su estatus legal los convierte en blanco fácil de deportaciones. La falta de políticas locales que los protejan agrava su vulnerabilidad.
Grullón concluye con un mensaje claro: "La migración ha dejado de ser una opción. Es un acto desesperado de supervivencia. No podemos permitir que la exclusión y la violencia sean parte de una sociedad que se dice democrática”.
Su voz, aunque nerviosa, resuena como un grito de urgencia. Es hora de abrir espacios de solidaridad, de convertir el diálogo en herramienta educativa, y de exigir reformas migratorias que reconozcan las vulnerabilidades de las mujeres migrantes. Porque detrás de cada número, hay una historia. Y detrás de cada historia, una mujer que merece ser vista.