Daisy Sánchez Collazo
delegada alterna MVC legislatura municipal de San Juan
Sesión ordinaria 25 de abril de 2025
La llamada “Ley de Libertad Religiosa”, que irónicamente firmó la Gobernadora un Domingo de Ramos, fue objeto de un intenso debate, especialmente en lo que respecta a su impacto en la comunidad LGBTQ+. Aunque se presenta como un esfuerzo por proteger el derecho de las personas a actuar según sus creencias religiosas, en la práctica, abrió la puerta al discrimen legalizado contra personas de esta comunidad por parte de empleados públicos y privados.
El mayor problema radica en que esta ley permite a individuos y negocios negar servicios, empleo e incluso atención médica con base en creencias personales. Para la comunidad LGBTQ+, esto significa que pueden ser rechazados en espacios públicos, excluidos de oportunidades laborales o privados de servicios esenciales sin consecuencias legales para quienes los discriminan. Esta situación no solo refuerza la marginación, sino que también crea un ambiente donde la discriminación se normaliza bajo el pretexto de la religión.
A lo largo de la historia, la comunidad LGBTQ+ ha enfrentado innumerables formas de discriminación, prejuicios e injusticias. Han sido marginados, condenados al silencio y privados de derechos fundamentales simplemente por ser quienes son. Sin embargo, han demostrado una valentía indescriptible, una resistencia férrea y una capacidad infinita para el amor y la unión. Su lucha no es solo suya; es la lucha de todos aquellosy aquellas quienes creemos en la dignidad humana, en la equidad y en el derecho de cada persona a vivir sin miedo.
El mundo ha visto esta discriminación manifestarse de múltiples maneras: leyes restrictivas, condenas sociales, violencia física y psicológica. Durante siglos, las personas LGBTQ+ han sido forzadas a ocultar su identidad, bajo amenaza de castigo y rechazo. La Ley para la Libertad religiosa es otra que se suma a este discrimen.
Lo cierto es que esta ley nunca debió firmarse. Al otorgar cobertura legal a la discriminación, erosiona los avances logrados en materia de derechos civiles y contradice los principios de igualdad que deben regir cualquier sociedad democrática. En lugar de promover la convivencia y el respeto, legitima la exclusión de una comunidad que ya ha luchado históricamente por el reconocimiento de sus derechos.
Además, la necesidad de una ley como esta es altamente cuestionable. La Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos ya garantiza la libertad religiosa, asegurando que el gobierno no interfiera con las prácticas religiosas de los ciudadanos. Sin embargo, esta ley va más allá al permitir que las creencias personales sean utilizadas para negar derechos fundamentales a otros ciudadanos. De esta manera, la ley entra en conflicto con otros principios constitucionales, como el derecho a la igualdad y la protección contra la discriminación.
La libertad religiosa es un derecho fundamental, pero no debe ser utilizada como una herramienta para justificar el prejuicio y la discriminación. Es necesario encontrar un equilibrio entre la protección de las creencias personales y el respeto por los derechos humanos de todos, independientemente de su orientación sexual o identidad de género
Afortunadamente, los avances han sido notables en muchas partes del mundo. Movimientos como el Stonewall en 1969 marcaron el inicio de una revolución por los derechos LGBTQ+, y desde entonces hemos visto progresos significativos: el matrimonio igualitario, la protección contra la discriminación laboral y el reconocimiento del derecho a vivir con dignidad. Pero aún hay mucho por hacer y personas como Thomas Rivera Shatz y Joanne Rodríguez Veve, quienes presentaron el proyecto en el Senado de Puerto Rico que dio vida a esta ley discriminatoria e injusta nos lo recuerdan.
El escritor y activista James Baldwin afirmó: "No todo lo que se enfrenta puede ser cambiado, pero nada puede cambiarse hasta que se enfrenta." Esta frase nos recuerda que la lucha por la igualdad exige coraje y determinación. No basta con mirar hacia otro lado cuando alguien es humillado o castigado por su identidad; debemos alzar la voz, ser aliados y reclamar un mundo más justo.
Nelson Mandela, un ícono en la lucha por los derechos humanos, dijo: "Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir de una manera que respete y mejore la libertad de los demás." Así, la libertad de la comunidad LGBTQ+ es nuestra libertad también. No podemos vivir en una sociedad que tolere la discriminación, porque permitir la opresión de unos es aceptar la posibilidad de ser oprimidos también.
Cada paso hacia la equidad y la justicia es un paso hacia la humanidad. Cada acto de amor, de respeto, de aceptación, es una semilla para un futuro donde nadie tenga que justificar su existencia. La comunidad LGBTQ+ merece un mundo sin barreras, sin miedo, sin prejuicios. Porque al final del día, el amor es amor. La dignidad es universal. Y la igualdad no es un favor, es un derecho.
Hoy, más que nunca, recordemos las palabras de Harvey Milk: "Esperanza es ser capaces de ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad." La ley de Libertad Religiosa se puede combatir, comenzemos con una expression unánime como ya lo solicitó el Honorable Alberto Giménez Cruz, orgulloso miembro de la comunidad LGBTQ+ y de esta legislatura. Sigamos creyendo en un mundo donde todos sean respetados, celebrados y amados por quienes son. Porque la lucha por la igualdad es una lucha por la humanidad misma.