Daisy Sánchez Collazo

El río Piedras, único río urbano de San Juan, ha sido por siglos un eje vital para el desarrollo ecológico, social y económico de la ciudad. Hoy, enfrenta una amenaza existencial: un proyecto de canalización impulsado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos (USACE), que ha despertado una intensa movilización comunitaria.

El río Piedras, originalmente conocido como el “Río de las Piedras”, aparece en documentos desde el siglo XVI como parte del Hato del Río de las Piedras. En 1714, se fundó el poblado de El Roble, que más tarde se convirtió en Río Piedras. Esta ciudad fue clave en el desarrollo agrícola de la isla, produciendo caña de azúcar, café, algodón y casabe. Su ubicación estratégica entre San Juan y el interior de la isla la convirtió en un centro de transporte, comercio y educación, especialmente tras la fundación de la Universidad de Puerto Rico en 1903. En 1951, Río Piedras fue anexada al municipio de San Juan, perdiendo su autonomía administrativa pero conservando su identidad cultural y ecológica.

Desde 2020, comunidades como University Gardens, Jardines Metropolitanos, Villa Nevárez, Reparto Metropolitano, Caimito y Puerto Nuevo han denunciado el proyecto de canalización de el USACE por su falta de transparencia, estudios actualizados y participación ciudadana.

Comunidades Protectoras del Río Piedras demandaron al Departamento de Recursos Naturales (DRNA), al Municipio de San Juan y a la Universidad de Puerrto Rico (UPR) por autorizar el proyecto sin permisos ni Declaración de Impacto Ambiental.

Por su parte, la Coalición Comunitaria de la Cuenca del Río Piedras propuso un manejo integral con soluciones basadas en la naturaleza, como charcas de retención y reforestación. Se han realizado protestas, conferencias de prensa y actividades de reforestación para denunciar el daño ecológico y social que implicaría el proyecto.

El mismo contempla la destrucción de más de 600 árboles y la expropiación de entre 150 y 300 hogares. Esto afectaría gravemente la biodiversidad, aumentaría la temperatura urbana y fragmentaría redes comunitarias.

Aunque el USACE justifica la canalización como medida contra inundaciones de “evento de 100 años”, residentes afirman que el río nunca ha causado muertes por crecida y que las inundaciones provienen del colapso del sistema pluvial, no del río. Sin embargo, detrás de los planos de infraestructura se dibuja una narrativa compleja, cargada de preocupaciones ambientales, culturales y comunitarias.

El proyecto contempla también la intervención de varias quebradas que alimentan el río Piedras, entre ellas Josefina, Doña Ana, Buena Vista, Margarita y Bechara, esta última ya canalizada en fases anteriores. Estas quebradas, que forman parte vital del ecosistema hidrológico del área metropolitana, serán ensanchadas y modificadas, lo cual podría alterar de manera significativa sus dinámicas naturales.

Las comunidades que rodean el río enfrentarán cambios drásticos. Sectores como University Gardens, Villa Nevárez, Jardines Metropolitanos, Reparto Metropolitano, Puerto Nuevo, Caimito, Quebrada Arenas y Carraízo se encuentran entre los más vulnerables. Se estima que más de 20 puentes -incluyendo importantes arterias como el Expreso Las Américas, la Avenida Roosevelt y la Avenida Piñero- serán intervenidos.

La canalización propuesta incluye el dragado de suelo, instalación de pilotes de cemento de hasta 1.80 metros de diámetro, excavaciones que alcanzarán profundidades de casi 30 metros, y revestimiento del cauce con materiales que, en algunos tramos, intentan imitar condiciones naturales. Todo ello busca agilizar el flujo de agua durante eventos extremos. No obstante, la velocidad incrementada del caudal puede reducir la capacidad de infiltración y aumentar el riesgo de inundaciones aguas abajo, creando un nuevo patrón de escorrentías urbanas difícil de controlar.

El diseño se basa en la capacidad de responder a lluvias con una recurrencia estimada de cada cien años, es decir, eventos extremos con una probabilidad del uno por ciento de ocurrir anualmente. Sin embargo, el cambio climático ha erosionado esa estadística. Lo que alguna vez se consideraba extraordinario empieza a volverse habitual, poniendo en entredicho la efectividad a largo plazo del diseño propuesto.

Frente a la canalización masiva, han surgido movimientos de resistencia como Guarda Río y la Coalición Comunitaria de la Cuenca del río Piedras, que promueven soluciones basadas en la naturaleza: reforestación, charcas de retención, restauración ecológica, y mayor participación ciudadana en la toma de decisiones. Estas organizaciones argumentan que preservar el carácter natural del río no solo es vital para la biodiversidad, sino también para la resiliencia climática y la justicia ambiental.

La canalización del río Piedras plantea una encrucijada crítica entre el desarrollo y la conservación, entre la infraestructura dura y las soluciones ecológicas. La profundidad del cauce no solo debe medirse en pies excavados, sino en el impacto que dejará en las raíces de comunidades enteras. ¿Podrá San Juan encontrar un equilibrio que respete tanto sus necesidades urbanas como sus lazos con el paisaje natural? El río aún habla, y nos invita a escucharlo antes de silenciarlo.

De otra parte, el municipio de San Juan se beneficia económicamente de la expedición de permisos mediante el cobro de patentes municipales, arbitrios de construcción y contribuciones sobre propiedad mueble e inmueble. Estos ingresos pueden representar incentivos para facilitar proyectos de gran escala, aunque el costo social y ambiental sea elevado.

Sin embargo, en marzo de 2024, el Alcalde afirmó que el Municipio no endosa el proyecto de canalización y que este “necesita mayor transparencia” y en septiembre de 2024, la Legislatura Municipal aprobó una resolución acogiendo la Resolución Comunitaria como política pública oficial. Pero las acciones y las palabras marchan por distintos caminos.

La canalización del río Piedras no es solo una obra de infraestructura: es una decisión que afecta la historia, la ecología y la vida de miles de sanjuaneros. La lucha comunitaria ha logrado frenar el avance del proyecto y abrir espacios de diálogo. Ahora, corresponde al Municipio y a las agencias estatales y federales actuar con responsabilidad, transparencia y visión de futuro. El río Piedras merece ser restaurado, no sepultado bajo cemento.